29 octubre 2020
El Mercurio
María José Montero, socia fundadora del Fondo de Inversión Social (FIS), detalla los altos y bajos de la iniciativa que fue inédita en Chile, la misma que ha beneficiado directamente a 13.024 personas y que ha contribuido a crear 160 nuevos puestos de trabajo.
Su estadía en Londres en 2008 caló profundo en la economista María José Montero. Mientras cursaba un posgrado, la experta en políticas sociales descubrió algo de lo que hasta esa fecha no había escuchado en Chile: fondos que invertían en proyectos con impacto social y medioambiental. 'Había fondos de inversión de impacto en otros países, tenía harto sentido levantar uno con capitales chilenos. En Chile hay un millonario cada 500 habitantes, según ultima cifras', dice Montero.
Así, en una época en que pocos hablaban de emprendimiento e innovación social o ambiental y mucho menos de inversión de impacto, Montero al volver al país y junto a un grupo de profesionales, dieron el vamos en 2010 al que sería el primer fondo de inversión de impacto levantado en el país: el Fondo de Inversión Social (FIS), el que hoy, diez años después de su creación, está dando por finalizado su operación con un positivo balance.
El fondo privado se gestó bajo el alero de la sociedad Claro y Asociados S.A., actualmente la Administradora de Fondos Ameris Capital S.A, y fue de US$ 4,5 millones, capital que provino de aportes de 26 inversionistas, principalmente family offices. Montero detalla que desde un principio apuntaron a que la iniciativa fuera de naturaleza 'impact first', modelo en el que se busca rentabilidad, pero que en el que se está dispuesto a financiar organizaciones que no generan retornos financieros de mercado, pero sí impacto.
De esta forma, en los diez años que duró el fondo entregaron financiamiento a un portafolio de siete proyectos, desde fundaciones a empresas: Protectora de la Infancia; Lumni Chile; Promeduc; Techo Chile; CEIA Quimahue; Late! y Chilerecicla, y se concretó la sustentabilidad financiera en seis de estas iniciativas. En esa línea y según métricas del FIS, 13.024 personas se han visto directamente beneficiadas y las organizaciones apoyadas han creado 160 nuevos puestos de trabajo, 74% para mujeres.
'La idea era invertir no solo buscando resultados financieros, sino que impacto social y ambiental. Buscábamos un retorno de capital con la idea de optimizar los resultados sociales, queríamos demostrar que se podía invertir en instituciones con propósito y apuntar a la autonomía financiera. Hacemos una súper buena evaluación de este piloto, nos dejó mucho aprendizaje. Es importante que se repliquen estas ideas', señala la socia de FIS Ameris, quien agrega que 'hubo retorno financiero' a los inversionistas.
Industria en crecimiento
Pero el camino para llegar a esos resultados no estuvo exento de dificultades, cuenta Montero. Por una parte, el levantamiento del capital para el fondo se extendió por casi un año, principalmente por la búsqueda de inversionistas. 'Era una época en la que nadie entendía qué era el emprendimiento social y para qué decir de la inversión de impacto. Había una lógica de cómo aportar desde el mundo empresarial y se confundía mucho con filantropía. Fue difícil', afirma.
Sumado a esto, señala que también 'la búsqueda y selección de proyectos fue compleja', ya que en el ecosistema nacional no había tantos emprendimientos de impacto, y los que sí existían no tenían estados financieros auditados y data concreta sobre la medición de su impacto, por lo que tuvieron que hacer una especie de acompañamiento previo a cerrar las inversiones. En ese sentido, el proceso de inversión del FIS se extendió durante 54 meses, entre agosto de 2011 —cuando entregaron capital por primera vez, a Lumni Chile— y febrero de 2016.
No obstante, Montero ve con buenos ojos el panorama actual y diagnostica que es un escenario que ha avanzado positivamente, 'el incorporar variables sociales y ambientales en las decisiones de inversión y administración de activos es un tema que llegó para quedarse. Hoy esto ya es una industria, en la que hay más administradoras que están haciendo fondos de inversión de este tipo. Nos pone contentos demostrar que se puede redirigir capital del sector privado a desafíos sociales y ambientales', asegura.
En 2017, además, el FIS logró levantar un segundo fondo, que hoy sigue activo, y que duplica al primero, de US$ 9,5 millones —y que cuenta con apoyo de Corfo—, con el que a la fecha han invertido en 13 proyectos. Sobre levantar un tercer fondo, Montero dice: 'Sí, queremos seguir creciendo'. Hoy, los dos fondos suman 37 inversionistas.
Sin embargo, la economista aún identifica tres falencias que deben ser abordadas en el corto plazo para robustecer la industria local de impacto: la difusión del concepto, capacitación y regulación. 'Hay que ponerlo más sobre la mesa, que se entienda qué es y que más personas sepan que esto permite hace mejores inversiones. También hay que habilitar a la industria en términos de capacitar a los analistas, a nivel gerencial y de directorio, porque no saben de estos temas en el sector público y privado. Lo tercero es velar por una regulación que habilite y escale esta industria, que no la inhiba', recalca.
Por ello, agrega que es urgente cambiar estos aspectos, ya que la crisis no ha demostrado ser un freno a los inversionistas de impacto, según un estudio que 'fotografió' el contexto actual. 'Se ha demostrado interés en seguir invirtiendo pese a la pandemia, la lógica seria que disminuya, pero el estudio demostró que este tipo de inversionista está comprometido porque entiende su compromiso con la reactivación sostenible. Hoy tenemos la oportunidad de desarrollar esta industria a raíz del covid-19', afirma Montero.
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